martes, 8 de febrero de 2011

Canción descalza

Ella caminaba, caminaba sin pisar.
Flotaba brevemente, respiraba en tu jardín.
Ondeaban suavemente los suspiros en su nariz.
Susurrando tus canciones, tus canciones del sinfín:
"-Hola espino, ¿nubes verdes para mi?
-Ya no hay verdes, hoy son rojas,
hoy se van a despedir."


Deja que las hojas caigan
sobre tí,
deja que la vida se evapore;
sé feliz.
Deja que los niños griten, lloren;
es por tí.
Duermete en la aurora;
y el sonido será sordo
para tí.


Al final la niña duerme:
nubes, hojas (solo hay rojas)
que en sus ojos se cayeron.
En sus labios, sus rodillas,
en su vientre y en su pecho.

Poco a poco, lento y lejos,
sueña ella bajo esa lluvia
caída de un espino viejo.

Me preguntas "¿despertó?"
Que decirte... no volvió.
Pues la niña está perdida
bajo un espino atroz.

¡No, no llores por la niña cantarina del rincón!
Ya lo sabes, esta niña... si es que existe, no murió.

*

Duerme y deja que las hojas jueguen
con tu pelo.
Duerme y deja que las flores bailen
en tu enredo.




(Febrero de 2006)