En su genealogía de la moral Nietzsche hace un trabajo arqueológico sobre el origen de los sentimientos morales y en especial la concepción judeocristiana de los sentimientos de culpa, compasión, pena… Su análisis no pretende ser historicista, sino más bien una crítica sagaz, con un olfato psicológico para los problemas que afectan a la conducta humana, una conducta enferma y vuelta contra su propia voluntad.
El animal humano primitivo, siempre fue un instintivo ser erguido y sin pelo. Este animal siempre escuchó a sus instintos, unos instintos que lo empujaban a vivir y aceptar su naturaleza y respetarla cumpliendo día a día una promesa para consigo mismo: dejar fluir sus impulsos naturales. Unos impulsos que eran su presente, él único que necesitaba. Su capacidad de olvido no le dejaba ver otra cosa, el humano fue un animal sin pasado, una animal libre y dueño de sus momentos. Ante este panorama ¿acaso el pasado tenía algún valor? Ninguno, pues lo que no ha existido, carece de valor. Este individuo premoral siempre estuvo anclado en sus percepciones de presente, en lo dado, y no en lo inútilmente recordado. La memoria en este ser era un esfuerzo innecesario dadas sus condiciones de vida, el hecho de recordar el pasado tenía como consecuencia la falta de presente, la falta de felicidad, la falta de vida. Por esto el animal humano, dejando de lado la memoria (cosa que no le supuso ningún esfuerzo) se convirtió en un especialista de la felicidad, su felicidad.
Pero este animal solitario empezó a humanizarse, empezó a vivir en sociedad. Al principio todo fue alegría, bailes y amor. Pero pronto todo esto empezó a institucionalizarse y el hombre tuvo que forjarse una memoria, una memoria que le permitiera cumplir promesas con los otros miembros de la sociedad, una memoria que hiciera posible la venganza y el pago, la pena y la culpa. Una memoria que hiciera al hombre calculable, regular, coherente en sociedad… ¡responsable!
Así se fue creando una sociedad en la que reinaban las costumbres, lo igual, lo parejo, lo continuo, lo gris. Ser moral, era ser común, era formar parte de un rebaño, era estar determinado y dejarse determinar por este. Ser moral era cumplir promesas, y de no cumplirlas, pagarlas. Ser moral… era tantas cosas y tan poca vida. Ser moral era recordarse a sí mismo de las exigencias de otros, exigencias derivadas de la relación social. Y el recuerdo de estas exigencias nunca pudo ser instintivo, por eso el animal humano emprendió un camino contra sí mismo, por eso el animal humano se fue adentrando en un abismo del que jamás ha podido salir. En un abismo de deudas, de deudas que no podían -que no debían- ser pagadas.
Y así las relaciones humanas, en principio naturales, pasaron a ser contractuales, pasaron a ser crueles. En estas nuevas relaciones la palabra dejó de ser suficiente, y la memoria que exigía estas nuevas relaciones fue fijada, además, con sangre y dolor. El hombre empezó a devorarse a sí mismo. Cuando una deuda no era pagada, cuando se rompía una promesa, el bien enseñado acreedor hacía aflorar sus más crueles y reprimidos instintos en un juego de equivalencias más sádico que necesario. Y es que el daño infringido por el no pago de la deuda no se saldaba con un servicio equivalente que pudiese beneficiar al acreedor, sino con un beneficio más psicológico que material. Con una especie de placer sádico que sentía el acreedor cuando podía dañar al deudor, una especia de voluntad de poder no comparable a ningún otro sentimiento posible en una sociedad moralizada y moralizadora. Era esta la única oportunidad que tenía el hombre civilizado para hacer uso de los impulsos que una vez le fueron negados, aquí el hombre tenía el derecho y el deber de no reprimir su agresividad.
¿Qué satisfacción es comparable a la de poseer la vida de otro ser humano? En este punto el acreedor era una especie de dios, el moroso era una pertenencia más del prestamista, lo mejor que le podía pasar es que este no pagara su deuda, ya que esto lo hacía subir un escalón hacia el cielo de la crueldad. Así la equivalencia correspondiente a la deuda no pagada era fijada y decidida por el acreedor. La deuda era pagada en sufrimiento, el suficiente para que el deudor en su lejana contemplación sintiera que la equivalencia estaba saldada. Por eso el sufrimiento debía ser visto desde fuera como más evidente, más fuerte, más brutal, más feroz que el infringido al acreedor en un primer momento, un sufrimiento que al fin y al cabo era ínfimo. Es así como la supuesta balanza de la justicia, equilibrada si se mira en tercera persona, se desajusta: no se da una equivalencia real, sino la equivalencia del que tiene voluntad de poder, ya no sobre sí mismo, sino sobre un moroso desgraciado.
Y es así como fueron evolucionando los enviados prestamistas del cielo, cada vez más mediados e inaccesibles, más ausentes, más lejanos. Los acreedores se convirtieron en lejanos fundadores de la humanidad generando día a día una deuda cada vez más desmesurada, una deuda impagable. La literatura de un Dios al que debemos todo, de una humanidad que no es responsable de sí misma, cuya conciencia está dañada en el mismo momento de nacer, conciencia fabricada con el fuego y el dolor que infunde una promesa no cumplida, una culpa. ¿Su castigo? Una pena para toda la humanidad, una desgracia, un dolor, un lamento, un largo gemido compasivo que cae del cielo y nos llena de nihilismo.
Ahora que Dios ha muerto, ahora que nos hemos bebido el horizonte, hemos encontrado otro ídolo que de sentido a esta existencia irresponsable e inconsciente de sí misma. Un Dios al que jamás pagaremos todos los caprichos, la prisa, las cajas de hormigón donde vivimos, los falsos compromisos y la burocracia que nos ha regalado. Ese nuevo Dios es al que nosotros llamamos entidad financiera, banco, prestamista del siglo XXI. Un Dios que nos da todo lo que necesitamos a cambio, tan solo, de un continuo sentimiento de culpa, de remordimientos, de estrés, de miedo, de desgana, de dependencia. Sentimientos estos que son los que sustentan una sociedad que está más muerta que viva. Una sociedad que poco a poco ha ido asesinando nuestros instintos, nuestras ganas de vivir, nuestra vida animal, la única vida natural: la vida que sí está viva.
viernes, 15 de mayo de 2009
...una deuda transformada en pecado original y en literatura...
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domingo, 12 de abril de 2009
Colgá en los balcones
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martes, 31 de marzo de 2009
Pizquillez amilcariana
Ayer naciste y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?
Si te engañó su hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.
Don Luis de Góngora y Argote
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domingo, 15 de marzo de 2009
Esto no está muerto.
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lunes, 10 de noviembre de 2008
La canción más hermosa del mundo
Y aunque es mucho más hermosa con Pablito Milanés, el niño Chaplin le aporta mucho.
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miércoles, 5 de noviembre de 2008
Verde, rojo.. da igual
Fue por culpa de un papel.
Y por culpa de una boca demasiado grande, o dos.
La amistad tiene el mismo valor que un sucio pedazo de celulosa pintada.
Se se pierde esa celulosa, se pone en duda esa amistad.
¿Es normal que subordinemos nuestras vidas a los papeles legales, y no a las sonrisas, a los sentimientos?
¿Es normal que un mismo papel pueda hacer reir, vivir, y a la vez sufrir, llorar, matar...?
Hay que quemar ese papel, hay que quemar todo el papel que pretenda tener más valor que el suyo propio.
Hay que quemar todos los papeles que no sirvan para escribir, que no sirvan para leer.
No quiero papeles que impongan valor a cosas externas a ellas mismas.
No quiero papeles muertos que valgan más que la gente viva.
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martes, 21 de octubre de 2008
5.000.000.000
En un día del año 1987 nació el niño Cinco Mil Millones. Vino sin etiqueta, así que podía ser negro, blanco, amarillo, etc. Muchos países, en ese día eligieron al azar un niño Cinco Mil Millones para homenajearlo y hasta para filmarlo y grabar su primer llanto.
Sin embargo, el verdadero niño Cinco Mil Millones no fue homenajeado ni filmado ni acaso tuvo energías para su primer llanto. Mucho antes de nacer ya tenía hambre. Un hambre atroz. Un hambre vieja. Cuando por fin movió sus dedos, éstos tocaron tierra seca. Cuarteada y seca. Tierra con grietas y esqueletos de perros o de camellos o de vacas. También con el esqueleto del niño 4,999,999,999.
El verdadero niño Cinco Mil Millones tenía hambre y sed, pero su madre tenía más hambre y más sed y sus pechos oscuros eran como tierra exahusta. Junto a ella, el abuelo del niño tenía hambre y sed más antiguas aún y ya no encontraba en si mismo ganas de pensar o creer.
Una semana después el niño Cinco Mil Millones era un minúsculo esqueleto y en consecuencia disminuyó en algo el horrible riesgo de que el planeta llegara a estar superpoblado.
Mario Benedetti
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lunes, 20 de octubre de 2008
Cuba es...
Cuba es luz dorada al atardecer en casa de Chachi.
Cuba es el ruido chirriante de sus mecedoras que miran nostálgicamente por una ventana llena de vida.
Cuba es el humo azul y resbaladizo de un Criollo.
Cuba es mi río lleno de algas suaves y resbaladizas, y niños que saltan, y locos que tiran piedras.
Cuba es aquellos chamaquitos descamisados sonriendo y gritando entre los charcos de la calle.
Cuba es correr bajo el aguacero de mediodía después de una mañana sofocante.
Cuba es piel pegajosa de tanta gozadera, de tanta caminadera bajo el sol.
Cuba es una máquina del 50 que sirve ahora de guaguita por 20 pesos.
Cuba es un camioncito de ganado humano embutido que canta "No woman, no cry..."
Cuba es calentar agua para bañarte con un cubo azul.
Cuba es un arrocito con frijoles y platanito dulce.
Cuba es un busto de Martí en el portal de una casa.
Cuba es caminar sobre charcos de agua hirviendo.
Cuba es un enrejado de volutas, de flores, de corazones.
Cuba es una casita colonial pintada en colores chillones, un piso despintado, uno sin pintar.
Cuba es un niño que baila reggaeton con su abuela y una yuma que se integra.
Cuba es salsa a todo meter por la mañana.
Cuba es la piel pegada a las sábanas, es despertar por la mañana con una sonrisa pegajosa, a veces una mueca fría.
Cuba es una licra sudada, un calentito... una canción trovada.
Cuba es el chucho burlón, la risa que no se oculta.
Cuba es un vendedor de ¡¡chicle-menta, chamarritos, rico maní!!"
Cuba es un mulato jabao en su bici taxi paseando a los yumas por la calles de la Habana.
Cuba es este bolígrafo resbalandose por mis dedos.
Cuba es un trago de ron malo en una botella de Havana Club, una cremita en la casa de al lado (Marianado).
Cuba es un trabajador con un sueldo de 20 $, y un turísta que gasta 40 en una noche.
Cuba es arena y mar cálido.
Cuba es bajocostos en la playa y pan con queso por dos pesos.
Cuba es satería, mulatos salsosos, mareas lloradas.
Cuba es un pescador sin caña en el Malecón grasiento, con el Morro de testigo y Yemayá en calma.
Cuba es la que pare un corazón y las tripas, la que aguanta y canta.
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martes, 14 de octubre de 2008
Donde tu estés
Buenos días, mami:
Bueno, si acaso allá es de día ¿Allá-tan-Lejos hay sol? Aquí sí, hoy hay un sol chillón que me quema la nariz. Tú ya sabes, mamita, el sol de siempre. Deberías venir, para que miremos juntos el sol en el banquito del techo. Papá me dijo que donde tú estás se ve el mismo sol que yo veo aquí. Así que mientras llegas, también podemos mirar el sol, juntos y lejos: yo acá en el techito y tu Allá-Lejos.
Ayer tu hija Alicia y yo estuvimos mirando el sol en el techito, y me acordé de ti. Bueno, siempre me acuerdo de ti. Me acuerdo cuando me perseguías por la casa llamándome chanchito porque yo no me quería bañar, entonces yo corría y corría, y tú no me alcanzabas en mucho rato. Y cuando me agarrabas me metías rápido en la ponchera. Y entonces el agua se quedaba tan marrón que yo creía que era un niño de chocolate que se derretía con el agua (por eso es que no me gustaba bañarme). Y, aunque al final siempre me bañabas, yo era muy rápido. Ahora soy un poco menos rápido porque tú no corres detrás de mí, el que me persigue es el Edgar, y él siempre me atrapa en seguida. Pero también es porque él tiene un año más que yo. Tú cuando me perseguías tenías muchos más que yo, pero claro, tú eres mi mamá.
Mi amigo Edgar me llevó el otro día a un río que yo no había visto, es muy lindo, tiene unas vainitas muy raras flotando sobre el agua. El dice que es por la grasa y la porquería de las casas. Yo le dije que no creo que eso sea porquería porque si no la gente no bebería agua de ahí. Yo no bebo agua de ahí porque me gusta más mirarla, sobre todo cuando el sol se le refleja y lo que Edgar dice que es la grasa se pone de muchos colores bonitos. Es algo así como muchos arcoirises de agua. Edgar dice que ahí va mucha gente a bañarse entre la porquería y a tomar agua porque no trabajan nunca y tienen que comer basura. Edgar tampoco trabaja porque es pequeño pero dice que su papá tiene muchas empresas, y que él sí trabaja mucho y por eso el no tienen que beber agua sucia. Yo no sé que es eso de empresas, pero si sé que es presa. La mamá de Edgar, por ejemplo, está presa. Ella no quería a su papá, y se fue con otro hombre que era un malandro, y que la metió en problemas de políticas. Por eso los metieron presos a los dos. O eso es lo que Edgar me dijo ayer, porque se lo conté a papá y él me dijo que la mamá de Edgar y su novio malandro no eran malos. Me dijo que ellos sólo querían que la gente no tuviera que tomarse esa agua sucia, pero que los empresarios no quieren y les dicen que beban agua sucia porque ellos quieren el agua limpia solo para ellos y sus amigos.
Papá siempre me cuenta cosas, el sabe que yo soy pequeño, pero sabe que yo sé entenderlo. Papá sabe muchas cosas, casi tantas como tú, mamá. Entonces él me las dice, y así las sabemos los dos. Por ejemplo, papá y yo sabemos que tú quieres venirte con nosotros. Pero también sabemos que tú no puedes hacer eso porque que tienes que trabajar. Sabemos que trabajas todo el día, papá también trabaja mucho, pero sabemos que eso no nos alcanza. Sabemos que tú tienes que mandar plata para que nosotros comamos y para que tu hija Alicia estudie y sea tan inteligente que cambie el mundo y entonces tú puedas venir. Sabemos que el señor de tu trabajo no te pagó el último mes y por eso papá tuvo que trabajar mucho más y yo le tuve que pedir comida a mi amigo Edgar para nosotros (bueno, eso sólo lo sé yo porque si se lo digo a papá me dice que no quiere nada de esa gente). Sabemos también que la señora dueña de la casa vino ayer por la mañana para decirle a papá que si no nos vamos, va a venir con la policía para que nos saquen. Papá paga siempre el alquiler, pero sabemos que ella quiere rompernos el sucucho para hacer otro y venderlo más caro. Por eso papá y yo sabemos que tenemos que irnos. Y sabemos que si nos vamos tendremos que vivir en el río de los arcoirises. Como dice papá, sabemos tanto, que sabemos a mierda.
Mamá, aunque tengamos que irnos, yo solo me iré cuando tu vengas, porque si tu vienes y yo ya me fui ¿Cómo me vas a encontrar? Mamá, aunque la plata no alcance te tienes que venir. Papá siempre dice que las cosas van a cambiar, que las cosas están cambiando. Que el pueblo está arrecho, y que por eso pronto te vas a poder venir. Pero ¿y si antes de que vengas nos tenemos que ir del rancho? ¿Cómo me vas a encontrar, mamá? Ojalá que la arrechera de la gente sirva y haga que las cosas cambien, mamá. Yo no estoy arrecho, yo solo estoy triste. Pero si para que vuelvas
me tengo que arrechar, lo voy a hacer, mamita, me voy a arrechar.
Yo te cuento muchas cosas, pero yo no sé si tú vas a leer este papelito. Tu hija Alicia me dijo que no te podía escribir porque dice que “escribir es el lujo de los bien abastecidos”. Pero yo no le creo, porque yo no creo que escribirte para decirte que te quiero mucho sea un lujo. Además, tampoco sé que es abastecidos, así no le voy a hacer caso. Tu hija Alicia se porta bien conmigo, pero es un poco fastidiosa. Sé que ella también te quiere mucho, pero le da celos que yo te escriba y por eso me dice eso de los abastecidos. Mamá, aunque tú no vayas a leer nunca esta carta, porque aquí no hay correos cerca, yo sé que tu miras el mismo sol que yo. Y eso es como si tú leyeras lo que te digo porque el sol alumbra esta carta y te cuenta lo que yo pongo. Sí, mamita, nuestro sol te ilumina tus ojitos y te lleva mis mensajes para Allá-Lejos, donde tú estás. De donde tú volverás.
Gabriel
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viernes, 10 de octubre de 2008
Y desde aquí, tu aún eres
Y desde aquí, tú aún eres…
Tú eres el abrazo de mis rodillas
Tú eres un suspiro en mi vigilia
Tú eres mi mirada hacia adentro
Tú eres un latido aquí en mi centro
Tú eres el asma de mi insomnio
Tú eres la caricia de mis manos
Y mi canción melancólica, también eres
Tu eres la tos de mi catarro
Y las nubes fluorescentes de mi sueño
Y los papeles en blanco, si aún me quieres
Tu eres la sonrisa de mi llanto
Tú eres la vida que no canto,
y si casualmente la canto,
todavía siempre eres.
17 de Julio, 2008
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Sofía
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