martes, 14 de octubre de 2008

Donde tu estés

Buenos días, mami:
Bueno, si acaso allá es de día ¿Allá-tan-Lejos hay sol? Aquí sí, hoy hay un sol chillón que me quema la nariz. Tú ya sabes, mamita, el sol de siempre. Deberías venir, para que miremos juntos el sol en el banquito del techo. Papá me dijo que donde tú estás se ve el mismo sol que yo veo aquí. Así que mientras llegas, también podemos mirar el sol, juntos y lejos: yo acá en el techito y tu Allá-Lejos.

Ayer tu hija Alicia y yo estuvimos mirando el sol en el techito, y me acordé de ti. Bueno, siempre me acuerdo de ti. Me acuerdo cuando me perseguías por la casa llamándome chanchito porque yo no me quería bañar, entonces yo corría y corría, y tú no me alcanzabas en mucho rato. Y cuando me agarrabas me metías rápido en la ponchera. Y entonces el agua se quedaba tan marrón que yo creía que era un niño de chocolate que se derretía con el agua (por eso es que no me gustaba bañarme). Y, aunque al final siempre me bañabas, yo era muy rápido. Ahora soy un poco menos rápido porque tú no corres detrás de mí, el que me persigue es el Edgar, y él siempre me atrapa en seguida. Pero también es porque él tiene un año más que yo. Tú cuando me perseguías tenías muchos más que yo, pero claro, tú eres mi mamá.

Mi amigo Edgar me llevó el otro día a un río que yo no había visto, es muy lindo, tiene unas vainitas muy raras flotando sobre el agua. El dice que es por la grasa y la porquería de las casas. Yo le dije que no creo que eso sea porquería porque si no la gente no bebería agua de ahí. Yo no bebo agua de ahí porque me gusta más mirarla, sobre todo cuando el sol se le refleja y lo que Edgar dice que es la grasa se pone de muchos colores bonitos. Es algo así como muchos arcoirises de agua. Edgar dice que ahí va mucha gente a bañarse entre la porquería y a tomar agua porque no trabajan nunca y tienen que comer basura. Edgar tampoco trabaja porque es pequeño pero dice que su papá tiene muchas empresas, y que él sí trabaja mucho y por eso el no tienen que beber agua sucia. Yo no sé que es eso de empresas, pero si sé que es presa. La mamá de Edgar, por ejemplo, está presa. Ella no quería a su papá, y se fue con otro hombre que era un malandro, y que la metió en problemas de políticas. Por eso los metieron presos a los dos. O eso es lo que Edgar me dijo ayer, porque se lo conté a papá y él me dijo que la mamá de Edgar y su novio malandro no eran malos. Me dijo que ellos sólo querían que la gente no tuviera que tomarse esa agua sucia, pero que los empresarios no quieren y les dicen que beban agua sucia porque ellos quieren el agua limpia solo para ellos y sus amigos.

Papá siempre me cuenta cosas, el sabe que yo soy pequeño, pero sabe que yo sé entenderlo. Papá sabe muchas cosas, casi tantas como tú, mamá. Entonces él me las dice, y así las sabemos los dos. Por ejemplo, papá y yo sabemos que tú quieres venirte con nosotros. Pero también sabemos que tú no puedes hacer eso porque que tienes que trabajar. Sabemos que trabajas todo el día, papá también trabaja mucho, pero sabemos que eso no nos alcanza. Sabemos que tú tienes que mandar plata para que nosotros comamos y para que tu hija Alicia estudie y sea tan inteligente que cambie el mundo y entonces tú puedas venir. Sabemos que el señor de tu trabajo no te pagó el último mes y por eso papá tuvo que trabajar mucho más y yo le tuve que pedir comida a mi amigo Edgar para nosotros (bueno, eso sólo lo sé yo porque si se lo digo a papá me dice que no quiere nada de esa gente). Sabemos también que la señora dueña de la casa vino ayer por la mañana para decirle a papá que si no nos vamos, va a venir con la policía para que nos saquen. Papá paga siempre el alquiler, pero sabemos que ella quiere rompernos el sucucho para hacer otro y venderlo más caro. Por eso papá y yo sabemos que tenemos que irnos. Y sabemos que si nos vamos tendremos que vivir en el río de los arcoirises. Como dice papá, sabemos tanto, que sabemos a mierda.

Mamá, aunque tengamos que irnos, yo solo me iré cuando tu vengas, porque si tu vienes y yo ya me fui ¿Cómo me vas a encontrar? Mamá, aunque la plata no alcance te tienes que venir. Papá siempre dice que las cosas van a cambiar, que las cosas están cambiando. Que el pueblo está arrecho, y que por eso pronto te vas a poder venir. Pero ¿y si antes de que vengas nos tenemos que ir del rancho? ¿Cómo me vas a encontrar, mamá? Ojalá que la arrechera de la gente sirva y haga que las cosas cambien, mamá. Yo no estoy arrecho, yo solo estoy triste. Pero si para que vuelvas
me tengo que arrechar, lo voy a hacer, mamita, me voy a arrechar.

Yo te cuento muchas cosas, pero yo no sé si tú vas a leer este papelito. Tu hija Alicia me dijo que no te podía escribir porque dice que “escribir es el lujo de los bien abastecidos”. Pero yo no le creo, porque yo no creo que escribirte para decirte que te quiero mucho sea un lujo. Además, tampoco sé que es abastecidos, así no le voy a hacer caso. Tu hija Alicia se porta bien conmigo, pero es un poco fastidiosa. Sé que ella también te quiere mucho, pero le da celos que yo te escriba y por eso me dice eso de los abastecidos. Mamá, aunque tú no vayas a leer nunca esta carta, porque aquí no hay correos cerca, yo sé que tu miras el mismo sol que yo. Y eso es como si tú leyeras lo que te digo porque el sol alumbra esta carta y te cuenta lo que yo pongo. Sí, mamita, nuestro sol te ilumina tus ojitos y te lleva mis mensajes para Allá-Lejos, donde tú estás. De donde tú volverás.

Gabriel

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