martes, 28 de diciembre de 2010

Eterno retorno

¿A qué viene esa mirada,
mezcla de pánico y resignación?
Ese saber estar,
esa escondida traición.

De esta sala de espera
te has convertido en nada.
Tu curiosidad de cinco años
se ha visto destrozada.

De pronto pareces darte cuenta
de que no estás en tu sitio.

Vuelves a interpretar tu papel:
hablas con tu abuela un idioma
que solo ella entiende.

Y ya no me miras desconfiada,
ni siquiera reparas en mí.

Vuelves a ser una niña,
al menos,
hasta que envejezcas
(tú también)
en una sala de espera.

Y entonces,
sea a ti a quien le toque
entretener a una nieta…

domingo, 12 de diciembre de 2010

Detonación ondulante

*

Los

sonidos

detonadores

del sueño simple

iban cayendo

silenciosos.

Y sutiles

fines

van

a huir

-utópicos-

de la tristeza,

que aquel humo

iba dejándoles

enmarañadas

las antenas

verdes.

Fin.

*

viernes, 19 de noviembre de 2010

Convertir la frustración en poesía

Me duele estar sentada,
me duele respirar,
tener la oportunidad de dedicarme a ociosidades académicas
y no saber valorarlas.

Me revienta hablar de progreso científico,
de metodología
y de tanta porquería,
que es tan útil a la masacre.

Me estresa esta tranquilidad de lamentar la desgracia ajena.
Esta impotencia y esta indignación.
Y la maldita compasión lejana.

Me da asco llamar "desarrollado" a mi entorno.
El mismo que permite la barbarie con la cabeza gacha,
y en nombre del dinero.

¡Qué enfermedad ésta,
dar prioridad a las relaciones comerciales antes que las humanas!

Qué enferma me siento al ver que la costumbre me ha ganado,
que se vuelve normativa la desdicha,
que me dedico a lamentarme sobre un papel...

¿Qué me ocurre,
que sólo a través de las palabras puedo manifestar
-siempre manifestar-
mi malestar?

¿Acaso creo que ya no hay nada que yo pueda cambiar?
Sólo soy capaz de convertir mi frustración en poesía:
qué enfermedad...

domingo, 26 de septiembre de 2010

¿Qué hago ahora?

¿Dónde pongo lo hallado?
En las calles, los libros,
la noche, los rostros
en que te he buscado.

¿Dónde pongo lo hallado?
En la tierra, en tu nombre,
en la Biblia, en el día
que al fin te he encontrado.

¿Qué le digo a la muerte tantas veces llamada a mi lado
que al cabo se ha vuelto mi hermana?

¿Qué le digo a la gloria vacía de estar solo
haciéndome el triste, haciéndome el lobo?

¿Qué le digo a los perros que se iban conmigo
en noches pérdidas de estar sin amigos?

¿Qué le digo a la luna que creí compañera
de noches y noches sin ser verdadera?

¿Qué hago ahora contigo?
Las palomas que van
a dormir a los parques
ya no hablan conmigo.

¿Qué hago ahora contigo?
Ahora que eres la luna,
los perros,las noches,
todos los amigos...

Silvio Rodriguez

viernes, 20 de agosto de 2010

Un cadáver caletoso.

¿Hace falta pensar en el alguien para poder escribir algo? Algo podría encontrar en el fondillo del bolsillo.
Ofuscado lanzó los papeles que estaban sobre la mesa, gritando: ¡Esto es una mierda! La sentí en la suela de mi zapato, sentí hasta su suave tacto, perforó mi corazón. ¿Y ahora qué me queda por hacer? Me alejo, sigo mi camino, que termina siendo un paréntesis sin cerrar. Y cuando todo termina, no existe un lugar donde reposar el conocimiento del absurdo. Que más da, al final todo irá bien si aceptas tu mierda, pero es imposible aceptar la mierda sin que te quede un poquito de olor a ella.... ¿Pero qué más da?...
Muchas veces se preguntó lo mismo, y la respuesta seguía llevándole al bar.

sábado, 7 de agosto de 2010

Despeinando empeines




Para todos los que se sienten putrefashion, continuará..

domingo, 25 de julio de 2010

The days are just like moments turned to hours

jueves, 8 de julio de 2010

Un asunto espinoso: ética para una eterna inmanencia

De la trascendencia a la inmanencia.
El primer género de conocimiento es aquel con el que llegamos al mundo, es esa primitiva confusión que nos invade cuando estamos ante una situación nueva y desconocida para nosotros, en este caso, la vida. En ella nos constituimos como humanos en base el inmanente bucle de la mente y el cuerpo. Con nuestra llegada al mundo lo primero que recibimos son las causas externas que afectan al cuerpo, que inmediatamente transmite los estímulos recibidos a la mente, provocando ideas inadecuadas, al ser la conceptualización de un simple afecto externo que apenas conocemos y no sabemos dirigir desde nuestro interior, afecto que nos lleva a la inacción, pues se trata de una mera captación de percepciones que no pasa por el filtro de la razón.

Puesto que para Spinoza lo esencial es la auto transformación del sujeto en la búsqueda de su mayor potencia, el reflejo de una causa externa inserta en su mente no resulta suficiente para este fin eudaimonista, a pesar de que es indispensable para conocer el mundo que nos rodea. Pero esto no quita que sea un paso necesario e insalvable para el conocimiento de uno mismo. No hay que olvidar que el primer género tiene una potencialidad mucho mayor: la de conducir a un nuevo camino que la mayoría de las veces ignoramos, un camino del que no podemos prescindir si queremos encontrar la verdadera felicidad. Spinoza llamó a este camino segundo género de conocimiento. La posibilidad de que seamos capaces de encontrarlo es la misma para todos los seres humanos, la probabilidad de que lo busquemos, y por consiguiente lo encontremos, mucho más reducida. Y es que la norma suele ser quedarse estancado el primero género de conocimiento, en la superstición, y por consiguiente, en la inacción.

El segundo género de conocimiento es el paso racional de las ideas confusas a las claras y adecuadas desde una perspectiva inmanente y material, sin necesidad de recurrir a la metafísica. Esto es posible dado un contexto común de creencias, inevitable en la medida en que formamos parte de una misma especie, de un todo llamado naturaleza infinita. Tal sistema de creencias pasa de ser trascendentemente inadecuado para la vida (primer género de conocimiento) a ser inmanente en la relación material con el otro, cuyo sostén es la empatía desde una perspectiva. No se trata de un razón cognitiva, pues hablamos de ética y felicidad, no de ciencia.

La razón afectiva nos lleva a buscar la mayor potencia, quiero decir, a la posibilidad de actuar a través de la razón buscando la causa externa que produce en nosotros un efecto interno para así poder elegir que causas queremos que nos afecten y cuales no. En palabras del propio Spinoza: "Quien empieza a tener consciencia de las causas, busca los buenos encuentros y evita los malos encuentros". Las ideas adecuadas nos llevan a la acción racional, con lo que nos creamos un estado de de salud del psicosomática (cuerpo-mente) positivo, que es lo que llamaría Spinoza una pasión alegre. Si por el contrario simplemente padecemos nuestro exterior, y no somos conscientes de nuestra inmanencia respecto a este, nacen en nuestra mente las pasiones tristes. Y es que mientras las pasiones alegres fomentan nuestra potencia de actuar, las pasiones tristes la inhiben.

¿Como actuar, entonces, para mejorar nuestra potencia? Tanto en la matemática como en la vida cotidiana solo existe una forma de aumentar nuestra potencia y esta es sumándola con otras potencias. Esto quiere decir que para mejorar nuestra potencia vital nos es indispensable otro ser humano con el que sumarla, y es que “nada hay más útil para el hombre que el propio hombre”. ¿No es razonable pensar que por el bien de nuestra propia potencia, siempre es mejor sumarla -buscar el encuentro con el otro, del que ambos salimos beneficiados- que restarla y quedarnos ambos en cero? La independencia es una ilusión nacida del primer género de conocimiento cuando nos creemos acausales, únicos, especiales, e indispensables, ilusión que solo motiva la creación de pasiones tristes. ¿Acaso es malo depender del otro para aumentar nuestras posibilidades de supervivencia, y con ello, nuestra felicidad? Quien así piense vivirá siempre encerrado en el primer género de conocimiento. ¿Y que hay mas triste en este mundo que la reclusión de la mente en la religión del angustiante solipsismo?

Desde la perspectiva de la eternidad.
El tercer género de conocimiento consiste en la posibilidad de que la conciencia del modo humano sea capaz de verse como la expresión finita de una naturaleza infinita, es decir, poder observar el mundo desde la perspectiva de la la eternidad, o en palabras de Spinoza "sub specie aeternitatis". Concebimos la eternidad intelectual e intuitivamente, cuando somos conscientes de la unidad de las cosas nimias y sentimos amor al percibir la singularidad del mundo: observar el polvo a través de un rayo de luz, el ruido de las hojas crujiendo al otro lado de la ventana, el silencio relativo de las salas de estudio... todo forma parte de la Diosa naturaleza infinita.

"Naturaleza, tú eres mi diosa; a tu ley ofrendo mis servicios"

Esta frase de Shakespeare puede resumir muy bien el pensamiento spinozista si se interpreta adecuadamente: puesto que Dios es inmanente a todas las cosas y yo formo parte de ellas, yo soy mi propio Dios en la medida en que formo parte de esta divina naturaleza infinita. Así pues, mis servicios están subordinados a una naturaleza que me es inmanente, tanto a mí como a todo lo existente, por tanto, me subordino a mí misma como parte de la naturaleza. Y puesto que la naturaleza es infinita y yo soy naturaleza, yo misma soy infinita dentro de la finitud que me concede el modo humano al que pertenezco. Ni nuestro cuerpo ni nuestra mente son eternos, pero podemos intuirnos desde las ideas como tales al formar parte de una eternidad, para así actuar en consecuencia con la naturaleza infinita como si de nuestro mayor órgano vital se tratara.

El cuerpo humano, sometido a la duración del tiempo físico, ni es eterno ni debe pretender ser tal cosa. Tampoco lo es la mente, pero su cometido sí que es pretenderlo, pues ella quien da a luz las ideas que la hacen representarse desde la perspectiva de la eternidad. Si con el segundo género de conocimiento sentimos un afecto abstracto-teórico hacia el otro, con el tercer género este afecto se profundiza y concretiza en forma de amor hacia las cosas singulares e inmediatas de nuestra existencia. Este tercer género de conocimiento, que por un lado ama la finitud de lo concreto, es también consciente de la larga cadena causal de la naturaleza, que en los ojos humanos se muestra infinita. Concebir esto del modo más natural posible nos llena de contento y serenidad. Si somos capaces de vernos como una finita parte del infinito no tenemos por qué temer a la muerte. Al contrario, debemos alegrarnos de que existan mecanismos de descomposición de lo finito que posibiliten la infinitud y el cambio material para que todo fluya eternamente, incluso el pensamiento de uno mismo.

Naturaleza, libertad y responsabilidad.
¿Qué criterios rigen el bien y el mal? ¿Cuál es el lugar de la libertad en la naturaleza humana? ¿Qué significa una vida auténtica? ¿Está en nuestra mano hacer este planeta más habitable? ¿Es la responsabilidad de conservarlo un mandato externo a la propia naturaleza, o más bien es una potencialidad inmanente a ella misma? ¿Existe una salida al caos tecnológico que nos hace dominar la naturaleza, y con ella, a nosotros mismos?

Iremos abordando todas estas cuestiones y las que surjan a partir de ellas en la visión de Hans Jonas y Baruch Spinoza, dos autores tan similares como dispares. Partiendo de la noción del mal, concepto recurrente en toda filosofía moral, nos encontramos con que Hans Jonas en El concepto de Dios después de Auschwitz atribuye el nacimiento del mal a la renuncia de Dios al poder, lo cual permite que el hombre exista y pueda decidir libremente, el hombre parte entonces del mal como síntoma de tal independencia.

Esta noción del mal, fundamentada en un libre albedrío irresponsable de un mundo en que Dios ha abandonado el poder, choca frontalmente con la concepción spinozista del mismo, para quien la existencia de un Dios respecto al bien o el mal, es del todo irrelevante. El mal existe solo desde un punto de vista inmanente a la naturaleza humana, y la noción clave es el conatus, o impuso hacia la autoconservación: son buenos los actos que aumentan la potencia humana del conatus, y malos los actos que la reducen. Es por esto que podríamos decir que el bien y el mal es al Dios de Spinoza, lo que la alegría y la tristeza a una piedra.

El fundamento de la autoconservación para Hans Jonas no es, como en el caso de Spinoza, la misma potencialidad del conatus en una búsqueda de armonía total con la naturaleza. Según Jonas, una vez que Dios desaparece, lo que nos queda es la libertad, de la que debe emanar la responsabilidad, en la búsqueda de una vida humana auténtica, que es lo que Spinoza llamaría la búsqueda de la mayor potencia. Puesto que esta libertad recién ganada tiene al mal como punto de partida, la búsqueda del bien necesita de un impulso externo dado por algo llamado humanidad. La responsabilidad se convierte así en un imperativo moral para la autoconservación y no una ley inmanente a nuestra propia condición humana, como diría Spinoza.

El principio de responsabilidad en Jonas nace de la preocupación por el desenfrenado avance de las tecnologías que amenazan con destruir la humanidad y su medio. El mérito de esta ética se encuentra, por ello, en el cambio de perspectiva histórica que se hace patente con el nacimiento una ética dirigida la protección de la naturaleza, antes irrelevante, pues la naturaleza era dueña de si misma y del hombre. Pero es con el dominio del hombre sobre la naturaleza que crece su responsabilidad, no ya consigo mismo y con su propia vida, sino con todo lo que lo rodea. La ciencia y la tecnología se han convertido en herramientas de dominación de la naturaleza, y con esto se pierde el deber moral de protegerla, convirtiéndose en un deber institucional. De tener bosques libres se pasa a tener parques naturales y reservas étnicas o ecológicas pensadas para nuestro propio ocio. Vivimos en un mundo en que la naturaleza ha sido desplazada de su lugar, convirtiéndose así en un mero complemento muchas veces molesto. El dominio sobre el medio en que nos movemos, un dominio impulsado por la técnica, implica también una responsabilidad, la de conservarlo. Hans Jonas fundamenta el principio de responsabilidad en la “heurística del temor”, o el miedo a lo irreversible, miedo a nuestra propia libertad.

“El hombre es el único ser conocido que tiene responsabilidad, sólo los humanos pueden escoger consciente y deliberadamente entre alternativas de acción y esa elección tiene consecuencias. La responsabilidad emana de la libertad, ó la responsabilidad es la carga de la libertad”

Esta concepción de la libertad y la responsabilidad en Hans Jonas es claramente dualista, pues considera al hombre como una especie totalmente distinta al resto, no así con Spinoza, para quien la diferencia entre humanos y animales es una cuestión de grado y de complejidad, pero no existe ningún salto cualitativo entre unos y otros, al estar hechos todos de la misma sustancia. La responsabilidad es una cualidad inmanente al segundo género de conocimiento, pero esto no implica que exista un libre albedrío relativo a nuestras elecciones en el medio natural, pues las leyes de la naturaleza nos determinan y nos condicionan mediante el conatus. Ser libre se limita en Spinoza a ser consecuente que ese conatus y guiarse por una razón que preserve la vida.

Spinoza, como es obvio no pudo prever el avance desmedido de la técnica en la actualidad, pero sí tuvo claro desde un principio nuestro lugar en la naturaleza, a la que concebía como un todo infinito, del cual nosotros somos una pequeñísima parte. Quizá si su pensamiento hubiera calado más fuerte, y el ser humano hubiera llegado a lo que él llamó tercer género de conocimiento, tendríamos una visión universal e inmanente de nuestro propio ser en función de todo lo que nos rodea, dotando de unidad y equilibrio a la multiplicidad de fenómenos naturales en busca de la conservación del todo. Pero las cosas no se desarrollan siempre como uno quiere y el dualismo siempre ha tenido más seguidores de los a muchos nos habría gustado. Es por esto que quizá la solución de Hans Jonas, como mandato externo, atribuido a un ente superior -llámalo humanidad, Dios o miedo- tenga mayor efectividad que la propuesta por Spinoza, que aboga por cierta autonomía del individuo en la medida en que éste es capaz de concebirse a sí mismo sub specie aeternitatis, noción de la que inevitablemente surgiría un impulso natural e inevitable desde nuestra potencia que busca sumarse con el resto de la naturaleza infinita. De forma que sería absurdo pensar en la naturaleza como algo ajeno, y la responsabilidad no sería responsabilidad sino la manera más coherente de actuar. Nadie en su sano juicio se haría daño a si mismo, y si nosotros hacemos dañamos la naturaleza, es porque no estamos sanos, ni por dentro, ni por fuera. Pero dado que la enfermedad del dualismo, a corto plazo, no es fácil de curar, hay que ser prácticos y buscar una solución que motive nuestra acción:

“Obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”.

Al menos, como solución temporal a nuestro constante empeño de padecer de jefes que nos digan que es una vida auténtica y cual no, antes de que el desastre sobrevenga mientas caminamos hacia el tercer género de conocimiento.

“Y si el camino que he demostrado que conduce hasta aquí, parece sumamente difícil, no obstante, puede ser hallado. Difícil sin duda tiene que ser lo que tan rara vez se halla. Pues, ¿cómo podría suceder que, si la salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera ser encontrada sin gran esfuerzo, fuera por casi todos despreciada? Pero todo lo excelso es tan difícil como raro.”

domingo, 4 de julio de 2010

Cuanto menos

Cerveza, que mi ser besas...
¿Cómo puedo yo resistirme a tus labios?

martes, 29 de junio de 2010

Exquisitos o asquerosos, siempre cadáveres...

Cadáveros o calaveras cadavéricas desbordantes de agonía absoluta, despotismo impoluto e impepinables cagarrutas cayendo sobre la cabeza del sargento, ¡qué insulto!
Sabíamos que no nos iba a hacer el favor de morirse, porque aunque así fuera, otra autoridad emergería de sus cenizas, como el Ave Fénix. Su felicidad es infinita, su fuego renace, crece no disminuye, padece de jefes a los que escuchar sin pensar y desea poder actuar sin más límites que sobrepasar. Todo está bien delineado en la inerte estructura de un caótico mundo que se guía ciegamente sobre las vías de un oscuro túnel que nadie sabe por dónde va y, sin embargo, todos tienen la certeza de llegar. No saben que la certeza es un mero estado subjetivo de la mente, que nada tiene que ver con la verdad y dan palos de ciego. No podrás ver tan sólo la oscuridad de lo más lejano de tu ser.

por Cantuta, Sismo y Enekad

martes, 1 de junio de 2010

Cadáveres MmMmmaravillossos

En la distancia veo escarabajos que pudieron ser mariposas... que nunca fueron larvas ni tampoco sabían bailar el tango de medianoche bajo el neón de la luna en una noche insípida y descarada... algo así como potencias mal sumadas, que no obstante eran reducibles a su mínima potencia. Así fue como empezó todo... ¿Cómo saberlo, cuando el mundo se convierte en una vorágine de casualidades inconclusas?

domingo, 30 de mayo de 2010

Gravedad

Quería llegar a lo más alto, y cuando llegó vio que ahí no había nada.
La base era más ancha e interesante.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Arte Urbano

La vi abocetar sobre la pared unas cuantas letras que resumían su insignificante devenir. Se alejó para, desde una distancia prudencial, observar el resultado en su visión de conjunto. En vista de que su obra no era más que un fantasma sobre el granito del muro, arrancó unas cuantas florecillas de las que crecían en unos extraños y pequeños cubículos exentos de cemento. Cuando se hizo con unas treinta las amasó y aplastó entre sus puños hasta formar un bola húmeda de inertes flores con la que acto seguido acarició la superficie rugosa de la pared. Intentó no escuchar los sollozantes chasquidos de sus pétalos el ser frotados contra la pared. Tras varios minutos de paciente trabajo fue apareciendo sobre la pared una leve capa de color marchito que vivificaba las letras rasponeadas en tiza. De nuevo se alejo un par de pasos torpes para confirmar algo que no estaba dispuesta a aceptar: nada de lo que intentara escribir sería visto por los presurosos transeúntes tan poseedores de eso que ellos llaman cordura. Aún así, no cedió y con aún mayor dedicación que antes, arrancó doscientas flores más de los agujeros rodeados de asfalto para rasponearlas con furia contra la pared gris dejando por aquí y por allá manchones de pétalos incrustados. Con más esperanza que antes se dedicó a contemplar el resultado que ahora, además de bastante llamativo, estaba asombrosamente bien iluminado por unas luces brillantes que parecían proceder de la carretera. Extrañada, se dio la vuelta para ver de dónde procedían aquellas luces, pero antes de que pudiera darse cuenta de qué estaba pasando, de un camión rojo y grande salió un chorro de pintura blanca que ahogo sus palabras y sus pulmones.
Al día siguiente el resplandeciente muro blanco ya había sido cubierto de carteles propagandísticos, delante de los cuales yacía tendida la figura estatuaria de una niña con un manojo de yerbajos en la mano, tallada en el más blanco mármol.
- ¡Hasta los bancos son artísticos en este país! -escuché comentar a un turista mientras se sentaba a la altura de su espalda- ¿Me haces una foto?

sábado, 22 de mayo de 2010

Historia de un bolígrafo   ¿en primera persona?

Cierto día me escapé del bolso de una señorita de leyes. Que aburrido es todo en esas aulas abarrotadas de esponjas humanas. Cuan explotado me sentía haciendo líneas y más líneas que subrayan párrafos vacíos de vida, llenos de leyes del más común y desesperado de los sentidos. Fue por eso, que en cuanto tuve la oportunidad cuando dueña y señora se acercó a la yerba, en una complicada maniobra, salté de su bolso de Tous y me escondí entre las hojas.

Allí pase maravillosos días, entre el húmedo rocío, los sarantontones, las hormiguitas de culo rojo y los rayos del sol que a cada minuto amenazaban con dejarme maravillosamente inservible y manchado, relegado al mundo de lo prescindible para el humano, es decir, al mundo de la libertad. Esperaba con ansias el momento de mi desvalorización, todo lo que necesitaba era que el sol cooperara y me desangrara rápidamente. Eso siempre sería mucho mejor que la lenta tortura de ser rasgado a la que estoy destinado.

Cuando ya casi sentía que mi momento de liberación se acercaba (el sol quemaba más que nunca y yo estaba a punto de rebosar), sentí como unos pasos se acercaban. Para mi desgracia, tuve que caer en manos de una estudiante de filosofía, y aquí estoy, condenado a vaciarme en el sin sentido de la nada sustancial...

Ahora soy un bolígrafo maduro, he llegado a la mitad de mi vida útil y solo me queda esperar, a no ser que sufra mi esperado derrame o, con suerte, una sequedad congelatoria (y así podré ser libre sin estar vacío). De momento gasto mis días en un ruidoso ataúd de plástico en el que ni siquiera encuentro un hueco de acogedora oscuridad. Del ataúd de plástico paso al folio en blanco que me rasca el cerebro dejándome un intrínseca confusión que me impide tener voluntad propia. He asumido mi condición de herramienta manipulable por las manos de cierta voluntad lobotomizada, que a su vez también es una herramienta con fecha de caducidad.

Y no se si soy yo que pretendo contar mi vida, o si hay algo que pretende inventarme una vida.

sábado, 15 de mayo de 2010

Parte el alma,

con cariño.

miércoles, 28 de abril de 2010

Todo lo demás

Verte dormir.
Y tus rizos se mezclan
con los ruidos
de la calle enmohecida.
Verte soñar.
Y mi mano se desliza
por tu pelo
con ese gesto enloquecido.
Verte despertar.
Y tus ojos
dicen cosas
que solo entiende cierto sueño.
Hablas
y te limpio las legañas con un beso.
Duermo,
y tu mano ya se pierde entre mis pechos.

viernes, 16 de abril de 2010

La tríada que quería ser mónada

Triple enfoque del progreso
Enfrentar a autores tan distintos como Nietzsche, Benjamin y Kant no es tarea fácil, aun así podríamos comenzar citando el vértice que acerca sus tan distanciadas perspectivas: la crítica al progreso pasivo y utópico.

A pesar de que Kant es un innegable vástago de la ilustración y entiende el progreso como fuente de toda sociedad civilizada, no comete la ingenuidad de entender el progreso como ente separado de la sociedad, sino como algo inmanente a ella, ni tampoco la terquedad de defender el progreso por el progreso mismo. Kant entiende el progreso como medio para un fin: la consecución de una serie de normas que determinen la mejora real del comportamiento humano. Por un lado, Kant fundamenta el progreso entendiendo al ser humano como libre y responsable de si mismo al darse sus propias normas, y por otro lado su ideal de una sociedad civilizada es aquella que crea leyes que pueden determinar su comportamiento, de modo que la libertad de la que partimos en un principio, queda neutralizada por las normas que el ser libre se autoimpone. Es decir, la libertad es el instrumento que utilizamos para acabar con la libertad. A partir de todo esto podemos entender pues, el progreso en Kant como una autolimitación de las libertades individuales cuyo fin es una sociedad republicana.

“El derecho es el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos.”
I. Kant

El progreso en Kant descansa sobre la creencia a priori de una idea de progreso legal a largo plazo, fundamentándose en una concepción profética del hombre como ser libre. Profeta en la medida en que puede anticipar el efecto de sus acciones, libre por la responsabilidad que nos confiere la elección del futuro que queremos. Podemos encaminarnos al progreso constante anticipando lo que podría pasar si actuamos de cierta manera, de modo que se facilita así la deliberación a la hora de escoger las leyes adecuadas. Nos encontramos aquí con un progreso activo, que depende directamente del individuo.

Kant justifica este progreso a priorístico fundamentándose en la naturaleza humana con el antagonismo de la insociable sociabilidad del ser humano, su tendencia hacia el bien y también hacia el mal. Nuestra naturaleza está compuesta por estos dos elementos contradictorios: somos insociables porque cada individuo busca su propio beneficio, pero a la vez también sociables porque este beneficio solo puede ser conseguido en sociedad. Tal beneficio -en este caso el progreso- se encauza a través del entusiasmo, una tendencia moral irracionalmente sincera, pues nace de la naturaleza sociable del ser humano. Este entusiasmo, desinteresado para el individuo, se convierte en un interés compartido que da cuenta de la tendencia del género humano -en circunstancias revolucionarias- hacia una moral universalmente buena. Con la moral a nuestro favor piensa Kant que no sería difícil esperar que nos diéramos, en un largo plazo de tiempo, una constitución republicana (en armonía con los derechos naturales) con leyes justas que eviten la guerra, quedado así el progreso asegurado al negarse su contrario: la guerra y la destrucción. Podemos entonces concluir que, aunque para Kant el progreso moral es limitado debido a la naturaleza insociablemente social del ser humano, el progreso legal -impuesto no de abajo a arriba, sino de arriba a abajo- que sostiene una sociedad encaminada hacia lo mejor no es solo posible, sino también inevitable: tanto por la tendencia moral de la que es causa del verdadero entusiasmo, como por nuestra propia naturaleza insociablemente social, paradójico concepto el que nos obliga como sociedad a desear a largo plazo, ensayando la evolución en vez de la revolución, el bien del todo en favor del bien de las partes.

Por otro lado, y aunque Nietzsche no lo alude muy directamente, el progreso es un tema que está muy presente a lo largo de todo su ensayo “De las ventajas e inconvenientes de la historia para la vida”.

“Una historia que solo destruye, sin la que guíe un íntimo impulso constructivo termina por liberar a sus instrumentos al hastío y al artificio: pues tales hombres destruyen ilusiones y “aquel que destruye la ilusión en sí mismo y en otros, la naturaleza lo castiga como el más severo de los tiranos”.”
F.W. Nietzsche

Comienza dejando que claro progresar es poner la historia a favor de la vida. Esto descarta directamente aquel progreso científico que avanza por sí mismo y el progreso acumulativo de la historia anticuaria que termina por aplastar todo impulso vital y no permite surgir nuevas ideas. Todo aquello que no aporta nada a la vida es desdeñable; el progreso, pues, debe ser un instrumento para la vida, no un obstáculo.

“Hacéis del éxito, del hecho consumado, vuestro ídolo.”
F.W. Nietzsche

Rechaza asimismo el dogmatismo de los historiadores positivistas -historiadores historicistas, para Benjamin- en un progreso que consiste únicamente en adaptar los hechos pasados a los paradigmas del presente haciéndolos pasar por objetivos. La ciencia nada tiene que ver con el progreso humano, al contrario; reduce, clasifica, jerarquiza y enclaustra la vida. Su lema Sine ira et studio (Sin pasión y con conocimiento) muestra muy claramente su rechazo a los verdaderos instintos que constituyen humanos completos. El imparable progreso histórico convierte a los individuos en engranajes perdidos en una inmensa maquinaria civilizatoria de la que apenas son conscientes, maquinaria que hace que confundan interior con exterior, vaciándolos de toda sustancia moral. Tal progreso meramente externo lleva al nihilismo, pero para Nietzsche no existe un separación esencial entre interior y exterior. Concibe el progreso moral y el progreso social como caras de una misma moneda ambas están tan íntimamente ligadas que resulta absurdo darles nombres distintos. Al contrario que Kant, que no concebía como posible un progreso moral, Nietzsche confía en la superación del propio ser humano como única forma de transmutar los valores en favor de la vida, y puesto que la razón no nos permite avanzar moralmente, Nietzsche pone todas sus esperanzas en un progreso evolutivo, el bien debe ser un instinto, el hombre debe abandonar su estado actual y convertirse en superhombre, creador de valores morales acordes con la vida.

“Sólo a la humanidad completamente redimida le cabe por completo en suerte su pasado”
W. Benjamin

Walter Benjamin nos obliga a ver el progreso desde un punto de vista poco frecuente: como una ilusión que no nos permite ver la realidad, que no tiene consideración con el pasado al construir sobre sus ruinas, limitándose a pisotearlas, como una simple acumulación cuantitativa despojada de toda fuerza. Si Benjamin tuviese una concepción positiva del progreso, este sería entendido, en términos teológicos, como redención. La única forma de encontrar la energía destructora de la continuidad histórica, es mediante la fuerza mesiánica, una fuerza cargada de tiempo-ahora desde la que poder construir una constelación más humana.

“Si yo me dedico a otras actividades o meditaciones primero debo cerciorarme, por lo menos, de que no las realizo sentado sobre los hombros de otro.”
H. D. Thoreau

El verdadero progreso de una sociedad consistiría, pues, en hacer justicia al pasado para que el presente pueda estar orgulloso de su propio avance. Puesto que tal concepto de progreso no está generalizado en nuestra época, a Benjamin no le queda otra que desmontarlo y sacar a la luz sus mayores defectos, poniendo de manifiesto, en primer lugar, que es uno de los motivos por los cuales el materialismo histórico se ha quedado atrapado en las fauces del progreso. Pues éste tiene la ilusión de representarse la historia como impulsada por un progreso infinito, entendido aquí como progreso tecnológico o científico en un sentido lineal y continuo, en el que los hechos se suceden unos a otros, teniendo preferencia la inalterable linealidad histórica de los vencedores, ya que los vencidos no explican el fenómeno del progreso. La historia de los vencidos se sale del continuum histórico porque para ellos no existe tal progreso, solo existe desdicha y olvido. El materialismo histórico se organiza, quizá sin saberlo, sobre una idea de progreso que contradice sus propios principios. Intenta deslegitimar las atrocidades morales en nombre del mismo progreso que las ha provocado, pues este consiste en justificar cualquier acción por el mero hecho de estar encaminado a un progreso infinito e invariable, el continuum de la historia. Entender el progreso como el motor de la historia crea conciencias pasivas y acomodadas que esperan que las cosas cambien por sí solas, crea quimeras mentales que distraen al rebaño mientras el pequeño grupo de vencedores se esfuerza en crear su propia utopía individual. Es decir, el progreso nos desarma frente al pasado, pues tal progreso no es concebible sin el futuro, que es lo que constituye nuestro pensamiento en una linealidad homogénea y vacía que olvida hechos que jamás deberían ser olvidados si queremos redimirnos del lastre de un pasado podrido. Es por esto que Benjamin nos fuerza a ver la historia como algo que debe ser construida en un tiempo pleno de tiempo-ahora, el tiempo mesiánico, aquel que busca repetirse en la consciencia colectiva saltando del continuum de la historia. Tal tiempo puede permitirse reconstruir un pasado para, sin necesidad de asimilarlo al presente, poder citar sin rubor los acontecimientos de un pasado que de este modo se vuelve actual. Porque es más actual lo que pudo haber sido, que lo que quién sabe si será.

Conclusiones inconclusas

“Yo he preferido hablar de cosas imposibles,
porque de lo posible se sabe demasiado”.
Silvio Rodríguez

Tras leer tan distintas nociones del progreso, me es inevitable intentar llegar a una conclusión, aclarar mis ideas para formar un posible sendero mental. Es una de tantas cosas que quizás no debiera hacer y, sin embargo, siento la necesidad de hacer para no sentir que tantos quebraderos de cabeza fueron en vano, para no quedarme en una simple acumulación historicista de pensamientos olvidados. Por esto, incluso antes de empezar a profundizar en los textos, me asaltó de improviso una pregunta que quizá me hiciera pecar de reduccionista. Aún así tal pregunta me exigía ser formulada, por lo que, olvidando todo prejuicio filosófico, dejé que surgiera por sí misma y esta me llevó otras tantas preguntas tal vez se queden sin contestar. No pretendo dar respuestas definitivas y absolutamente satisfactorias, mi intención es mucho más modesta, simplemente dar una oportunidad al todo sin mermar el contenido de las partes, evitándome así más disonancias cognitivas que me obliguen a tomar partido. ¿Tan malo es intentar ensanchar el camino?

¿Y si la tríada fuera mónada?

¿Es posible conciliar en una mónada benjaminiana posturas sobre el progreso tan distintas? ¿Podría ser que conjugando lo mejor de cada una se pueda llegar quizás a tener una idea clara y práctica -una idea que empuje a la acción- de lo que es el progreso? ¿Es el progreso una simple quimera destructiva, como afirma Benjamin? ¿o es, como diría Kant, el motor que encamina la historia hacia lo mejor? O siguiendo a Nietzsche, ¿tiene algunas ventajas, y casi todo son inconvenientes, especialmente cuando su peso asfixia el impulso vital? ¿Con qué me quedaría yo de cada enfoque del progreso?

Ya estuve antes hablando de intenciones, y puesto que toda acción nace de la intención, la mía es encontrar el punto de fuga del que parten los tres autores, que es precisamente un defensa de la acción, o en términos kantianos, el entusiasmo. Si entendemos el progreso a la kantiana, en términos de entusiasmo, Nietzsche no tendría mucho que objetar siempre y cuando el entusiasmo por el progreso histórico esté subordinado a la vida y no al revés. Entendiendo el progreso como un instrumento, y no como un fin en sí mismo. Si Kant y Nietzsche hubiesen tenido la oportunidad de discutir esto, es muy probable que ninguno hubiese acabado con un ojo morado, algo que quizá si podría haber ocurrido entre Kant y Benjamin si Nietzsche no hubiese mediado entre ellos al decir, en este hipotético diálogo, algo así: “Puesto que del entusiasmo por el progreso nacería una acción vital en el presente, que es heredera directa de un pasado del cual somos deudores, y que debe ser salvado, para redimirnos en el presente, no nos queda otro remedio que escuchar los derechos que el pasado exige”. Quedaríamos entonces en hacer justicia allí donde hubo injusticia para así poder poner en marcha la maquinaria del progreso sobre unas bases limpias, vivas y orgullosas. ¿O será que el progreso es incompatible con la redención...? Quizás Benjamin hubiese puesto mala cara el ver como Nietzsche utilizaba el pasado como un instrumento para la vitalidad del presente, y quizás Kant en este caso estuviera junto a Benjamin defendiendo fervientemente el desinterés de las acciones morales. Sería entonces cuando Nietzsche proclamaría la muerte de Dios y con él las acciones desinteresadas.

Poniéndome nuevamente en la piel de un Kant que ha conversado con Benjamin y Nietzsche, seguiría queriendo creer que el progreso es posible, y hasta cierto punto necesario, siempre que se den dos condiciones de posibilidad: a) que el pasado sea redimido y b) que el progreso quede supeditado a la vida.

Y ahora, volviendo al presente, se me antoja que un progreso carente de estas dos condiciones no sería progreso propiamente dicho, sino más bien retroceso por que no tiene otro fin que no sea alimentarse a sí mismo de un futuro que no existe, pasando por alto las necesidades del presente y del pasado. Si queremos construir un verdadero camino, el progreso tiene obligaciones: primero para con el pasado, reconstruyendo las ruinas del sendero; segundo para con el presente, posibilitado el desarrollo vital de los caminantes; y por último y si esta tarea le aún parece escasa, para con el futuro, pero no con un monumento ilusorio, sino más bien con una secreta esperanza que amenice el viaje.

sábado, 3 de abril de 2010

Capricho


Su cabeza es un idiota. Tiene un circo para hacerte sonreír...

domingo, 21 de marzo de 2010

Todo es más bonito cada vez

Qué duro eso de que se vengan los recuerdos, y te arañen todo para que te replantees tu presente que va pasando. Es dificil y a veces dan ganas de llorar, como todo dualismo trascendental. ¿Quién fue aquel estúpido que dijo que todo tiempo pasado fue mejor? ¡Mentira! Parece mejor solo porque se guardan los documentos bonitos. Hasta la memoria es selectiva en eso. Mirar al pasado, y estar feliz por tu actual tristeza: nostalgia la llaman. Pero al fin y al cabo, el tiempo solo está cumpliendo su función: recordar que todo puede mejorar su potencia infinita, si fue bueno ¿por qué no va a poder ser mejor?

¿Por que nos hacen creer que "descomposición" es una mala palabra? ¿Como constriur sino es destruyendo? Estamos contiuamente rozando lo absurdo...

sábado, 20 de febrero de 2010

Hoy ha salido el sol

Creía mi alma inservible pero era cansancion vulgar, nada más.

viernes, 22 de enero de 2010

no te rindas que la vida es eso

No te rindas, aún estás a tiempo
De alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.

Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.

Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.

No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.


Mario Benedetti

martes, 19 de enero de 2010

"La gente, yo"

Cuanto mejor se lo pase la gente
menos envidia me tiene,
y más feliz puedo ser yo.