miércoles, 26 de septiembre de 2012

Granada

Granada es líquida y monumental.

Solo su caparazón permanece.
Sus muros viven la nostalgia permanente
de la gente que va y viene.

El regreso,
si lo hay,
es siempre temporal y ambiguo.

 Atraen sus colores
y olores
de exotismo descontextualizado

Alegre es la fiesta y la gente
pero el adiós
 a cada paso está presente.

Maravillan sus calles, estrechas,
y sus rincones con historia,
ya desvahídos de tantas fotos
 de que han sido testigos. 

Granada es  una postal.
Aquí todo es fácil,
bello y trivial.

Da miedo arraigarse
a semejante paraíso etéreo.

Tal vez sea por eso
 que los lugareños
 parecen no existir para nosotros:
la turba de gente
que cada verano se va por el desagüe.

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