viernes, 17 de agosto de 2007

Dos viejas cartas a Lily

Mi pequeña Lily:
Mi arcoiris perdió su color. Y ahora es gris, tiene siete matices distintos de gris. Siete. Pero siguen siendo grises. Traté recuperar su gama. Sí, creéme que lo intenté, pero no era bonito, el gris siempre asomaba bajo los colores que le forzaba con mi pincel, y ya no es lo mismo. Y mis óleos se gastaron. Ya no quiero volver a intentarlo. No quiero, porque sé que no dará resultado. En el fondo, debajo de toda esa pintura mi arcoiris sigue siendo gris. Y yo no quiero un arcoiris mal vestido de colores pero con el alma gris. No tiene sentido ¿tu se lo ves?
En fin, como te he dicho es totalmente gris ahora, y no lo culpo a él. Fui yo quién le robó sus dulces tonos. Intentando mejorarlos, el se volvió contra mí...
Antes tenía un bonito arcoiris, uno de verdad, con sus siete colores brillantes y bien difumindados. Pero me vino la magnífica y estúpida idea (digna de alguien como yo, ya me conoces) de avivarlos. Y se avivaron, sí. Ya lo creo que se avivaron... Brillaban, brillaban muchísimo, tanto brillaban que sus colores parecían lenguas de fuego resplandecientes... Y de tanto que lo parecían, esas imaginarias lenguas de fuego se convirtieron en llamas. Al principio las llamas eran de miles y miles de tonalidades que se fundian unas con otras formando más y mas tonos. Entonces mi arcoiris dejó de tener sus siete colores y pasó a tener muchísimos más, y a mi eso me parecía genial, me encantaba. Qué estúpida. Sí, porque de tanto y tanto fuego, mi arcoiris se quemó... y esas cenizas son las que lo han vuelto gris.
Pero ¿sabes qué? Ya me empiezo a acostumbrar a su color grisáceo.

Querida Lily:
El Ser de las torres de luz existe ¿lo sabías?
Vaga de noche por los cables de alta tensión. De día juega con las palomas que ahí se posan para ver como las gotas de vida les dañan los ojos ciegos. Consuela la tristeza de ellas, y se compadece cuando alguna se tambalea antes de morir, cortocircuitada.
El Ser de los Postes Eléctricos vive en las quinquésima segunda torre del vigésimo país (más concretamente en la séptima ciudad). Nunca ha pisado la tierra. Es equilibrista y solo camina en lo alto de la electricidad tintineante. Nadie lo ve. Y el no ve a nadie. Solo la silueta dormida de las sucias aves con quienes comparte su existencia (aunque ellas no lo sepan del todo).
Mañana, o algún día futuro, cuando El Ser de los Postes desaparezca una paloma llorará sin saber porqué. Pero tu sí lo sabes ahora.
Así que no lo olvides: cuando una paloma llore sabrás que has perdido todas tus oportunidades de ver al Ser de las Torres . Obliga a tus esperanzas a morir, o vivirán engañadas de por vida. Cuando en los ojos de una paloma asome una gota de agua salada, ten compasión y cuéntale porque llora. Pero no le permitas que vea que a tí también se te aguan los ojos.

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