viernes, 9 de noviembre de 2007

Tuto troca e da medo

El comienzo del principio del cambio cree llegar, y entonces, cuanta más ilusión pones en ese cambio, vuelve el estancamiento... el a veces jodido, y otras veces agradecido, estancamiento.
Pero este de ahora... este es jodido; es un estancamiento que amenaza con ser prolongado. Y no sabes si luchar por sobrevivir para llegar a la meta. A veces se te quitan las ganas de hacer planes y también las de vivir improvisando.
No quieres vivir esa vida sin propósito alguno más que el inmediato. Pero quieres que esa etapa de incertidumbre pase rápido, de modo que sin darte cuenta el tiempo te devora. Y lo agradeces. Y lloras por desperdiciarte.
(Pero recuerda, llorar es el lujo de los bien abastecidos).
Te asusta pensar que en la vida sacrificas tu tiempo pensando en un futuro que nunca llegará, y te olvidas de el ahora. ¿Pero qué hacer si el ahora no te gusta? ¿Que hace la gente normal cuando no sabe qué le gusta?

Llegas a la misma conclusión: quizá necesites un cambio grande. Quizá, y solo quizá, temas la monotonía a la vez que el devenir curioso. Quizá, ahora más que nunca, sientas no tener una sola certeza. Y, claro, una incertidumbre tan agresiva siempre te asusta, te desgarra, te confunde y a la vez te insensibiliza de forma terriblemente vehemente.
Y las contradicciones se disparan una vez más.
Y no sabes. ¿No sabes? ¿Saber qué?. No, más bien soy yo ¡yo!. Soy yo quien no sé: no sé conversar conmigo misma, y por eso te invento, deseando me seas ajeno. Otra vez será el miedo, mi miedo. Ese (mi) sentimiento por excelencia:
Miedo al cambio y a la permanencia. Miedo a lo conveniente y a la emoción. Miedo al mundo, su belleza y mi incapacidad para apreciarla. Miedo al tiempo y su imparable paso. Miedo a la prolongación de algunos momentos. Miedo también a la responsabilidad y a saberme irresponsable. Miedo a la lucha, y también a la pasividad. Miedo a la certeza, a la lejanía, a la gente y la pseudo gente. Miedo al olvido, miedo a recordar.
Pero esencialmente; miedo a alimentar una vida de innecesarios miedos.
Los miedos de la cobardía.

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